viernes, 22 de marzo de 2013

La Educación Superior.


El proceso educativo desarrollado en la Educación Superior no puede restringirse a la reproducción acrítica de información a través de la clase. Este debe centrarse en el estudio de los problemas discursivos objeto de indagación y reflexión, hacia la comprensión y explicación sistemáticas de los mismos y en la mirada de una proyección transformadora tanto intelectual por parte del individuo que los aborda, como de los saberes en ellos implicados.
En este marco de interpretación, la acción educativa cobra vida y sentido pues se convierte en un verdadero proceso dinamizador del desarrollo individual y cultural, por ende social. Pero esto supone que el profesor, en su condición de orientador de tal proceso, tenga una sólida fundamentación conceptual respecto al manejo del discurso objeto de estudio y en relación con los procesos de interacción intelectiva y social, concurrentes en el trabajo de la construcción pedagógica del conocimiento que él ha de dirigir.
Dicha fundamentación guarda estrechos vínculos, entre otros, con los aspectos referidos a una cosmovisión del hombre, de la naturaleza, de la sociedad y de la cultura. A las relaciones existentes entre la sociedad, el estado y la escuela. A los fines individuales y sociales de la educación; a los discursos en su constitución sistemática; a los fundamentos epistemológicos del conocimiento. A las características del desarrollo psicobiosocial del ser humano y a la incidencia que ellas tienen en sus actitudes, en sus valores, en sus comportamientos y en sus acciones. A las distintas corrientes del pensamiento en cuanto elaboraciones explicativas del hombre sobre los mundos natural y social; a los lenguajes como instrumentos del pensamiento y de la acción. Y, finalmente, a la pedagogía y a la didáctica como medios posibilitadores de la praxis del conocimiento en sus dimensiones discursiva, intelectual y social.

Desde entonces, la concepciones que sobre la pedagogía y la didáctica se han desarrollado a través de la historia, guardan relación con tres eventos destacables: el primero, se refiere al aprender y quien aprende; el segundo, hace alusión al saber objeto de aprehensión y el tercero, tiene que ver con el enseñar y quien enseña; vistos, todos ellos, en sus necesarias interrelaciones pero, en ocasiones, con especial énfasis en uno o en otro de estos aspectos. De ahí las diferentes tendencias y corrientes pedagógicas y didácticas identificables históricamente, las cuales, de otro lado, en su desenvolvimiento, se han visto influenciadas por las circunstancias contextuales de orden espacio-temporal íntimamente ligadas con las concepciones que de hombre, de naturaleza, de sociedad, de estado, de escuela, de educación y de cultura han predominado en cada una de dichas etapas de evolución.
La pedagogía hace referencia, por una parte, a la reflexión epistémica sobre los eventos y procesos involucrados en la construcción intelectiva de un conocimiento discursivo específico en la relación sujeto-objeto y, por otra, al dominio conceptual de los eventos y procesos inmersos en la interacción social determinada por la relación docente-alumno. La didáctica atiende a los procesos operacionales que, en cumplimiento de la acción educativa, es preciso llevar a cabo respecto a los aspectos técnicos derivados del discurso, a las metódicas del trabajo grupal frente al debate crítico del conocimiento y a los demás eventos organizacionales requeridos.
Sin embargo, esta capacidad no se logra fácilmente; ella se alcanza, únicamente, a través del esfuerzo didáctico y la voluntad de estudio permanentes, por parte del educador, en busca de su transformación constante para un mejor desempeño en su quehacer. He ahí el reto, el compromiso y la responsabilidad que debe asumir y que lo han de impulsar y conducir continuamente en la interrogación, la reflexión y la explicación de los problemas que, en cuanto mediaciones, subyacen en las relaciones docente-saber-estudiante.


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